martes, 21 de diciembre de 2010

Melville y Dickinson en la coctelera




         Sea and Spar Between es un generador automático de poemas publicado el 16 de este mes de diciembre en la revista digital Dear Navigator. Sus autores son Nick Montfort, profesor de medios digitales en el MIT, presidente de la ELO (Electronic Literature Organization), y Stephanie Strickland, autora de poemas interactivos digitales, también colaboradora de la ELO.
     La obra produce un mar de estrofas que, según los autores, es comparable al número de peces que hay en el mar (alrededor de 225 billones). Cada estrofa es individualizada por dos coordenadas; por decirlo así, su  longitud y  su latitud. Van desde (0,0) hasta (14992383, 14992383).
    Para leer la obra debemos mover el ratón por la pantalla, lo que nos permite desplazarnos por una enorme sábana de estrofas. Si presionamos la barra espaciadora marcaremos la estrofa que está en el centro de la pantalla en ese momento, sus coordenadas se ponen automáticamente dentro de la caja de navegación que hay en la parte inferior de la página; basta retener esos números para rescatarla luego y volver a leerla. Pero también puedo teclear directamente en la caja inferior de navegación cualquier coordenada. Yo, por ejemplo, introduje la (700,700), lo cual produjo que en el centro de la pantalla apareciera la estrofa:
                         Swerve me?
                         but worthless is the sun
                         one air one air one friend one wind
                         another! enough!
    También podemos deslizar la rueda del ratón para que el zoom nos acerque o aleje el texto.
    Las palabras que componen las estrofas provienen de poemas de Emily Dickinson y de la novela Moby Dick, de Herman Melville. Los  versos están compuestos a base de palabras usadas frecuentemente por uno o por ambos autores. Sea y Spar Between fue realizada usando la técnica digital del "contaje" (recuento automático de términos) que se utiliza para el análisis cuantitativo de los textos literarios.     
   La intervención humana en la generación automática consistió en seleccionar pequeñas muestras de palabras de los léxicos de Dickinson y Melville e ingeniar unos pocos modos de generar líneas. Según declaran los autores, hicieron esto no de forma mecánica y cuantitativa, sino basados en "su familiaridad con los ritmos textuales y recursos retóricos característicos de Melville y Dickinson."
   Los lectores interesados en ampliar detalles sobre el código del programa pueden leer el programa JavaScript de Sea and Spar Between.
    En definitiva, aquí el automatismo no es radical, la intervención humana restringe las combinaciones a un vocabulario selecto y típico de dos grandes escritores. Las mezclas aleatorias que puedan entrar en la coctelera siempre van a tener buenas materias primas y aunque eso no signifique gran cosa para el resultado poético, algún buen sabor siempre dejarán.

Entrada publicada por Juan José Díez

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viernes, 17 de diciembre de 2010

Novela gráfica interactiva para el Kindle



   Amazon ha lanzado el pasado 14 de este mes de diciembre como aplicación para el Kindle la obra llamada Dusk World, una historia que combina la ficción interactiva con la novela gráfica. Según la presentación de la famosa librería online:
Tiene lugar en Dusk City y combina crimen, misterio, superhéroes y supervillanos al estilo del cine negro creando un vívido paisaje lleno de personajes muy fuertes, atractivos para interactuar con ellos. Las elecciones que pueden hacerse sobre las acciones del Agente Patriota (encarnado por el propio lector) conducirán a diferentes trayectorias que determinarán el destino a la vez de Dusk City y del mundo y, cómo no, del Agente Patriota mismo.
     Está, pues, bastante cercana a los clásicos juegos de elige-tu-propia-aventura, si bien parece más compleja que éstos. El lector (interactor, en la ficción interactiva) no sólo puede aquí elegir lo que hacer, sino  que tiene además opciones para dialogar con los protagonistas y decidir con cuál de ellos quiere hablar y lo que quiere decirles. Incluso puede intervenir en las secuencias de persecución y de combate. Bien diseñada, con una interface fácil de usar, desde el principio está claro cómo hay que jugar-leer, sin necesidad de instrucciones.
     Lo interesante es el movimiento de toma de posición de Amazon. Ante el auge de las aplicaciones iPad específicas para obras literarias (Alice in Wonderland, etc.) y de los libros enriquecidos para el mismo dispositivo, la gran librería mundial no quiere quedarse confinada en los libros simplemente digitalizados y busca utilizar su lector de tinta electrónica al menos en el floreciente sector del cómic. El Kindle no puede competir con los colores, el movimiento y los videos del iPad, pero se adapta bien, como en este caso, a los tebeos en blanco y negro.
   Como tal aplicación de Amazon sólo funciona en el Kindle y es por tanto inaccesible en cualquier otro dispositivo o en la web. Se carga en el lector desde la tienda de Amazon por 5.99 $. La mala noticia es que no está disponible para el mercado europeo.
Entrada publicada por Juan José Díez

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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un cadaver exquisito en Twitter


   Tim Burton, escritor, ha puesto durante estos días una iniciativa que consiste en componer un cadáver exquisito en base a mensajes de Twitter de 140 caracteres. Aquellos interesados en participar han podido hacerlo dirigiéndose a la página de Burton. Cada participante debía añadir un texto de longitud de un tuit a lo ya escrito para ir completando y desarrollando la historia. También podían añadirse imágenes. Esta experiencia ha estado abierta hasta el seis de diciembre.
   La técnica del cadáver exquisito (originalmente cadavre exquis en francés) fue creada por los surrealistas en 1925. 

Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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lunes, 13 de diciembre de 2010

Collapsus, thriller transmedia


       Collapsus es un thriller transmedia creado por Tommy Pallota, productor de películas (Scanner Darkly o Waking Life) y director de documentales (American Prince). Es una obra que mezcla  documental, videojuego, animación y drama integrando todos estos componentes en una experiencia que sólo puede disfrutarse en internet. Pallota es el inventor de la técnica de animación gráfica del rotoscoping que funde la acción en vivo con el dibujo. En Collapsus utiliza una técnica de gráficos en movimiento que toma lo mejor de la ilustración Rotoscope y la mezcla con imágenes en vivo alternando ambos estilos en muchas escenas.
   La trama contempla un futuro en el que una catastrófica crisis energética afecta a nuestra civilización. En ese contexto, los jóvenes protagonistas se ven involucrados en un conspiración: una lucha despiadada de empresas tradicionales contra nuevas empresas de fuentes limpias de energía. Los jóvenes se enfrentan a todo tipo de peligros incluyendo persecuciones, amenazas y apagones globales.
   Es curioso el origen de esta obra. Una cadena de televisión holandesa (VPRO) produjo un documental "Energy Risk" que trataba seria y documentadamente del negro panorama energético de nuestro mundo futuro. Una vez emitido, la cadena comprobó que la edad media de la audiencia había sido de 55 años para arriba. Para remediar esta falta de atención de los jóvenes, se inventó Collapsus. Había que dramatizar el documental, dotarlo de protagonistas jóvenes que corrieran aventuras, recurrir a la nueva sintaxis visual, a los estilos de diseño y animación en boga y ¡cómo no! a la interactividad y a la conexión con redes sociales. O sea, bajo el espíritu del remix y los mash-ups, convertir el documental en una narración transmedia, una mezcla de distintas plataformas para una experiencia narrativa que sólo se puede disfrutar en internet. 
Entrada publicada por Juan José Díez

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viernes, 10 de diciembre de 2010

Narración interactiva: un oximorón



     Traduzco aquí a vuela pluma el artículo publicado anteayer en su blog por Nicholas Carr, Interactive storytelling: an oxymoron. En él se tratan cuestiones polémicas con planteamientos claros, no siempre frecuentes en los debates de literatura electrónica. Me parecen especialmente interesantes sus ideas sobre la insustancialidad de la narrativa colaborativa, el mito del lector tradicional como sujeto pasivo o el diagnóstico de por qué la literatura digital se está enajenando la estima de los lectores de historias. Naturalmente, al ser un artículo que responde polémicamente a otro, habría que matizar o discutir algunas de sus ideas. Invito a esta saludable tarea a quienes lo lean.

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    "Craig Mod está ansioso por el futuro de la narrativa literaria. "Con los medios digitales" escribe en The Digital Death of the Author, un artículo que forma parte de las New Scientist "Storytelling 2.0" Series, "la una vez sagrada naturaleza del texto ya no es sagrada. En su lugar, nosotros podemos cambiarlo continuamente y en tiempo real". La E-narrativa es a la narrativa, dice él, lo que la Wikipedia es a una enciclopedia impresa. Y eso es una buena cosa:
"El cambio más grande no ocurre en la forma que toman las historias sino en el proceso mismo de la escritura. Los medios digitales cambian los libros porque cambian la naturaleza de la autoría. Las historias ya no tienen que terminar "completamente realizadas"... En última instancia la autoría se convierte en una colaboración entre escritores y lectores. Los lectores pueden editar y actualizar las historias, o bien pasivamente en los comentarios de blogs o activamente por medio de interfaces tipo wiki."
    ¿Suena esto familiar? Debería sonar. En los años 80 y a principios de los 90, cuando los ordenadores personales eran nuevos y sus pantallas aparecían a los teóricos de la literatura como lienzos vírgenes, hubo una enorme excitación acerca de las posibilidades de los medios digitales para revolucionar la narrativa. El entusiasmo se centraba en  aquel entonces en el hipertexto y el multimedia, más que en las herramientas colaborativas de Internet, pero la idea era la misma, la retórica de la "muerte del autor". Al "liberar" al texto de la página, los medios digitales borrarían la línea entre el lector y el autor, estimulando una profusión de nuevas formas interactivas de expresión y narración literarias. Como escribieron George Landow y Paul Delany en su introducción a la influyente obra colectiva Hypermedia and Literary Studies:
"En la medida en que el texto estaba ligado indisolublemente a medios físicos, los lectores y escritores daban por supuestos tres atributos cruciales: que el texto era lineal, limitado y fijo".
     El ordenador rompería esa estructura estática, permitiendo al texto convertirse en algo como "una malla interconectada, un diagrama arbóreo, un anidamiento de cajas chinas o simplemente una red".  Eso a su vez cambiaría "las fronteras entre las obras individuales así como las que existen entre el autor y el lector" superando "ciertas nociones de propiedad autorial, identidad autorial y texto físicamente aislado".
     Entonces, como ahora, la celebración de la idea de escritura interactiva se fundaba más en una ideología popular de emancipación cultural que en una evaluación crítica de la expresión artística. Reflejaba el anhelo de un tipo radical de democratización cultural, la cual requería que "el autor" fuera derribado de su pedestal y quedara contemplado como un accidente histórico, un subproducto ahora dispensable de la tecnología de la imprenta, la cual había servido para grabar la tipografía, y con ella las historias, sobre la página. El autor era el padre al que había que matar antes de que la cultura pudiera ser liberada de sus grilletes patriarcales y elitistas.
     La capacidad de los ordenadores para la escritura comunitaria e interactiva no es, pues, nada nuevo. Las herramientas digitales para la escritura colaborativa datan de hace veinte o treinta años. Y sin embargo la narración interactiva nunca ha despegado. La novela hipertextual en particular resultó ser un fracaso total. Cuando leemos historias, seguimos leyendo las que está escritas por autores individuales. La razón para el fracaso de la narración interactiva no tiene nada que ver con la tecnología y tiene todo que ver con las historias que se cuentan. La narración interactiva no se ha hecho popular - y nunca se hará popular - porque produce una porquería de historias que nadie quiere leer. Esto no es sólo el resultado de la escritura colaborativa o "en comité" (me gustaría poner aquí un enlace al espantoso engendro de Penguin Books en 2007 con su wikinovela, pero afortunadamente ha sido retirado de la web). El acto de leer una historia es muy diferente, y últimamente incompatible con el acto de escribir una historia. El estado de un lector no es un estado de pasividad como es frecuente y a menudo absurdamente sugerido, sino un estado de reposo que es algo muy distinto. Para entrar en una historia y conseguir el tipo de inmersión que produce disfrute y compromiso emocional, el lector tiene que abandonar no sólo el control, sino el deseo de imponer el control. Lectura y autoría son diferentes, aunque estados mutuamente necesarios, como el ying y el yang. Tan pronto como el lector empieza a juguetear con la narración - tomar el papel autorial - el encanto de la historia se rompe. La historia deja de ser una historia y se convierte en un trasto artificioso.
     Lo que nosotros valoramos realmente como lectores de una historia es lo que Mod llama despectivamente "la  realización completa" - el diseño meticuloso y detallado de una trama intrigante, personajes creíbles , diálogos, escenarios y acciones que se sientan verdaderos (aunque sean fantásticos) y  todo eso cosido de manera continua con una prosa feliz. Más de un único autor puede implicarse en este acto de creación artística - un buen editor u otro colaborador pueden hacer contribuciones decisivas - pero esa creación debe llegar al lector como una armoniosa totalidad (incluso aunque salga por capítulos).   
     Coincido con Mod en que el cambio en los libros de la página a la pantalla cambiará el modo en el que leeremos los libros y por tanto, a la vez, el modo en el que los escritores los escribirán, pero creo que su análisis de cómo estos cambios tendrán lugar está mal enfocado. (Ver también el post de Alan Jacob que cuestiona otra de las afirmaciones de Mod). Un artículo de enciclopedia utilizable puede, como Wikipedia nos demuestra, ser construido "continuamente y en tiempo real", por un grupo disperso de escritores y editores en varias especialidades. Pero es una falacia creer que lo que funciona en una enciclopedia también servirá para una novela o un cuento. Nosotros leemos y evaluamos los artículos de una enciclopedia de una manera completamente diferente de cómo leemos y evaluamos las historias. Un artículo de enciclopedia puede ser "suficientemente bueno"; una historia tiene que ser buena."
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     Carr es autor del influyente artículo Is Google Making Us Stupid?. En su obra más reciente, The Shallows, trata de fundamentar en detalle las polémicas afirmaciones de ese escrito. En cualquier caso, sus ideas no dejan indiferente a nadie: por unos, considerado como un profeta catastrofista que engaña sobre los efectos demoledores que tiene Internet en nuestros hábitos cognitivos; por otros, contemplado como el apóstol iluminado que  marca el camino para no caer en las tentaciones de la Edad de la Distracción.

Entrada publicada por Juan José Díez

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Literatura encorsetada talla "420 Characters"

    
   El dibujante e ilustrador pop Lou Beach (bien conocido por sus trabajos en  revistas, cubiertas de discos y libros) es el autor de "420 Characters", un compendio de microrrelatos adaptados al formato de Facebook,  o sea, restringidos al límite de caracteres que impone esta red social en sus actualizaciones de status.
    Lo normal sería que existiera una página del autor en Facebook donde pudiera observarse el experimento según se iba produciendo y las reacciones o comentarios de los  seguidores ante cada relato. Pero esa página no existe. Sin embargo, a la espera de que el libro en tapa dura lo publique la editorial Houghton Mifflin Harcourt en el otoño de 2011, Beach ha presentado on line su trabajo en una página web que, aunque parece programada en flash, está hábilmente realizada sólo con html y javascript. Así que no debemos fiarnos de la presentación, esperando las prestaciones del programa de Adobe, sino empezar  la lectura directamente navegando desde la pestaña Stories; al final de cada página, una flecha nos llevará a la siguiente. Aquí tenemos el primer microrrelato.
CRAWFOOT stood outside of Sloans, hand up for a cab. His face was punctuated by a cigar and a redhead hung on his arm like a comma. He'd approached her after his third Dewars and water. 'You make a barstool look like a throne.' She looked him over, suppressed a smile. 'Yeah? You make wearing a raincoat look like a felony.' He lit her cigarette, loosened his tie and sat down next to her, bumped her knee.

   Los textos también pueden oírse en archivos de audio narrados con las voces de actores importantes como Jeff Bridges o Ian MacShane.
    Como vemos está escrito en un lenguaje directo, conciso, expresivo, sólo que da la sensación de que alguien quiere utilizarnos para algo: nos quiere contar una historia, empieza a  hacerlo y luego se calla de pronto. En Twitter, con sus 140 caracteres, la narrativa queda limitada a microrrelatos todavía más breves. Estamos, pues, ante un intento más de acrobacias narrativas, en las que parece interesar sobre todo ser el primero en hacer la pirueta formal  en lugar del primero en contarnos de una vez una maldita historia.
Entrada publicada por Juan José Díez

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viernes, 3 de diciembre de 2010

Realidad Aumentada


        El pasado 27 de noviembre, Marga Ojeda y Patrick Davenne hicieron una presentación sobre "Realidad Aumentada y Códigos QR" en las Jornadas Espiral 2010. Es un utilísimo resumen de esta nueva tecnología propiciada por la integración en Internet, entre otras, de la geolocalización, las 3D, los teléfonos móviles. Especialmente interesantes son sus aplicaciones al mundo de la enseñanza y de la literatura electrónica. Recomendamos entrar en todos los enlaces que proponen ejemplos concretos, no nos defraudarán y podremos ver de manera directa todas las virtualidades que encierra esta tecnología.



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miércoles, 1 de diciembre de 2010

La hermandad de los escribanos, de Félix Remírez


    He colgado en la red mi relato digital La hermandad de los escribanos (Félix Remírez, 2005) en la que el lector personalmente queda inmerso en la trama al convertirse en el personaje principal. Se trata de un fichero ejecutable que puede descargarse directamente aquí o a partir de la página incluida en el enlace del título. Es un fichero inocuo que puede ejecutarse sin riesgo de infección viral ninguna. El relato funciona en Internet Explorer, tanto en Windows XP como en Vista. No está probado en otros navegadores.
    Una hermandad fundada en el Medievo toma el control del ordenador del usuario y éste debe leer la narración en un tiempo determinado con la atención suficiente para ir contestando a una serie de preguntas ya que si no…
    La obra combina texto con elementos multimedia a la vez que incorpora características de los juegos interactivos. Se diferencia, no obstante de un juego, en que lo fundamental es la historia y no la interactividad. Es la narración es sí misma la que ordena todo y la que, saltándose la interactividad, puede ser leída sola coherentemente.
     El relato se desarrolla en una sola pantalla (tras las que aparecen en el proceso de presentación inicial) pero dividida en subpantallas, cada una de las cuales tiene vida propia. Así, el lector debe estar atento a varios hechos simultáneamente. Existe, también, una cierta toma de control de la computadora por lo que muestra al usuario datos que sólo su ordenador contiene, dando verosimilitud a las amenazas que la hermandad vierte en el texto.
     La Hermandad de los Escribanos, centenaria asociación, es enemiga furibunda del libro impreso y, sobre todo, del libro digital. Detecta a cualquier individuo que intenta leer uno y, en ese momento, interfiere en su ordenador y lo destruye en un limitado plazo de tiempo. Plazo que es concedido para que el lector pueda conocer la historia de la Hermandad y someterse a un examen que pueda librarle del desastre. Prueba, por otro lado, de la que nadie aún ha salido victorioso.
     Una historia digital como la presente puede desorientar al que la lee debido a que no se es libre de elegir cuándo se va a leer la novela. Por el contrario, la obra toma, en cierta medida, el mando. Se impone un tiempo en el que es preciso no sólo leer sino comprender y fijarse en pequeños detalles. Todo ello, para contestar a una serie de preguntas que permitirán desactivar el peligro que se cierne sobre el ordenador propio.
     Leer este texto no es sólo leer. Es luchar contra el reloj, es tener que buscar información adicional y es sentir el temor de que, las amenazas, que el argumento vierte, no son sólo artimañas artísticas sino que pueden ser reales. ¿Es verdad que si no se logra leer a tiempo la obra, y contestar adecuadamente a las preguntas, el ordenador se auto formateará? No desvelaremos aquí el secreto. Quizá, el lector piense que es todo un recurso estilístico. Quizá sea así.
    ¡O quizá no!
    El propio libro digital toma el control y propone preguntas ajenas a la trama. El lector deberá decidir si las atiende o las desoye. Quizá las desoiga pero pudiera ser que contuvieran la clave de la salvación. En esta novela, no se es libre de elegir lo que se puede leer, cuando a uno le apetezca leerlo. Por el contrario, el lector es una víctima que está siendo sometida a interrogatorio. No puede detener los eventos que ocurren. No puede cerrar el libro y posponer la lectura hasta otro día. Está fuera de la historia y no la controla. No puede pararse a meditar. No puede elegir el momento en el cual leer un determinado capítulo. El tiempo transcurre. Inexorablemente. Al igual que en la vida real, el reloj corre deprisa y, si no se llega a tiempo, se pierde la partida. El formato digital, por así decirlo, toma el mando. La diferencia con un libro convencional es, por tanto, notable porque, en aquél, el lector puede volver sobre sus pasos cuando lo desee y puede tomarse todo el tiempo del mundo para leer un capítulo. En esta historia digital, por el contrario, la vida pugna contra el cronómetro que anuncia el desastre. Fluye por sí misma y sólo podemos seguirla o dejarla pasar.
    Ciertamente, el lector puede reiniciar, desde el principio, la lectura lo cual es como un volver atrás en el tiempo, como poner el reloj a cero. Y, en esa nueva lectura, el ordenador le llevará por caminos distintos, con preguntas distintas y retos distintos. Siendo la historia idéntica, sus acentos estarán en uno u otro lugar.
    Otro comentario sobre esta obra puede verse aquí.
 
Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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lunes, 29 de noviembre de 2010

El prodigioso scriptorium del siglo XXI



     En esta escena vemos a Dickens quieto, absorto, sentado en una mesa, empuñando una pluma ante una hoja de papel. ¿Qué hace? Está buscando palabras para contar una historia. Trata de trasladar el mundo ficticio que bulle en su mente a unos signos gráficos de tal forma dispuestos que cautiven la atención y las emociones de un lector. Este lector debe utilizar también su mente para descodificar esas palabras y reconstruir la historia que le ha contado Dickens sobre aquella hoja de papel. Las herramientas presentes son sólo la pluma y el papel, lo que producen esas herramientas son sólo palabras. Y todo esto en un sencillo banco de trabajo, en una  mesa.

 
      Aparece la máquina de escribir, cambia una de las herramientas, la pluma es sustituida por la máquina, pero continúan la hoja de papel y las palabras. Faulkner se enfrenta a la misma tarea que Dickens: construir un mundo sólo con palabras. Y el scriptorium es el mismo: una mesa donde apoyar la máquina. El autor sigue atendiendo a una sola cosa, buscar palabras para levantar con ellas un mundo ficticio que el lector pueda reconstruir en su imaginación.
       Llegan los ordenadores y con ellos una nueva tecnología de la escritura: el teclado y la pantalla sustituyen a la pluma y al papel. Antes de la aparición de Internet, el ordenador se usa principalmente como máquina de escribir sofisticada (recordemos los procesadores de texto como Word Perfect o Word). De modo que el scriptorium se hace más tecnológico, menos portátil, cambian las herramientas, pero el producto es todavía el mismo: palabras, palabras, palabras.
      Con la universalización de uso de la red, el ordenador se convierte también en una máquina de comunicación y de almacenamiento y distribución de información. La página de papel es sustituida por la ciberpágina: una hoja animada por su estructura hipertextual en la que se escucha continuamente "el ruido y la furia" del mundo y donde se pueden contemplar todas las imágenes icónicas, oníricas o alucinatorias que bullen en la red sin necesidad de que mi imaginación las forme. El scriptorium del siglo XXI cambia de forma radical.

    Desaparecen no sólo las herramientas tradicionales sino el principal objetivo de su uso. La producción de texto verbal ya no es lo esencial. Y no sólo cambian las herramientas, sino que la actitud de concentración intensa ante una sola tarea (buscar palabras) se ve sustituida por una espera ansiosa de nuevos estímulos que nos reclaman desde la ciberhoja. Internet, como dice Nicholas Carr, es una tecnología de la distracción.
   Jaime Alejandro Rodríguez, en una entrada de LitElec, describe vívidamente la situación del escritor ante estas nuevas tecnologías:
      "Me encuentro en el estudio de mi casa, sufriendo el famoso síndrome de la página en blanco. Sólo que al frente no tengo ni un cuaderno, ni una resma de papel, ni una máquina de escribir, sino la pantalla de un computador portátil que muestra la típica interfaz del tablero de administración de una plataforma de blogs. Llevo ya varios minutos intentando escribir el título de mi “entrada”, sin éxito; tampoco he podido empezar a llenar la plantilla de contenidos. Estoy “varado” en medio del camino creativo, pero no por falta de ideas o por desconocimiento del oficio (la publicación de tres novelas y de dos libros de relatos me ubican, sin ambages, en el “campo” de los escritores), sino por la dificultad que encuentro para tomar decisiones sobre la mejor manera de articular las distintas fuentes de información de las que me he armado para construir la entrada. Tengo abiertos en mi explorador la página de búsquedas de Google, la página de YouTube donde he construido mi propio canal, el portal de Facebook en la página del grupo que me acompaña en esta empresa (narrar el planeta nómada), un portal de podcasts donde he seleccionado varias audioconferencias, y varias páginas de información (incluida la correspondiente en Wikipedia), del tema sobre el que quiero hacer la entrada; también están en proceso de descarga dos videos y varias canciones en formato mp3 y, debido a que no alcancé a copiar en mi usb algunos archivos que ahora debo consultar, estoy conectado remotamente al computador de mi oficina, donde busco lo que necesito. De fondo suena la música de una emisora de música clásica que emite vía web".
      Escritores, investigadores, estudiantes, lectores, han cambiado el lugar de trabajo. Cuando se sientan en su despacho o en su mesa y quieren ponerse a trabajar deben abrir el ordenador, o sea, la ventana de los prodigios que constantemente estará tratando de seducirle. De repente, en lugar de tener una hoja de papel con una sola herramienta (la pluma o la máquina de escribir), nos encontramos con una pantalla con todas las tecnologías artísticas y comunicativas del siglo XX (fotografía, fonógrafo, teléfono, radio, televisión, videos, diseño gráfico, comunicación instantánea...) gritando ¡¡Utilízame!!

Entrada publicada por Juan José Díez 

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viernes, 26 de noviembre de 2010

CityFish, J.R. Carpenter



      CityFish, de J.R. Carpenter, es una obra muy original, muy bien trabajada, que relata de manera interactiva e inconexa un encuentro familiar. Es un relato digital corto, pero no por ello menos interesante, que se desarolla en una única hoja, en un mapa de eventos, sin saltos entre páginas ni tiempos perdidos de carga. Un escenario horizontal, mucho más ancho que la pantalla del ordenador, contiene toda clase de elementos, desde texto (que es el hilo conductor principal y, por tanto, estamos hablando de literatura plena) hasta videos, mapas, mashups, pequeñas aplicaciones (como la que permite convertir la temperatura entre grados Celsius y Farenheit, un gadget que viene al hilo de la historia puesto que la protagonista, Lynne, viaja de una Canadá métrica a unos EEUU con medidas británicas), enlaces hipertextuales e hiperposicionales, fotografías, gráficos, textos en grafías no latinas, etc. Un trabajo cuidado. Un mapa lector amplio en el que cada elemento puede parecer desperdigado (lo está) pero en el que el usuario no se pierde ya que todo acaba por tener sentido. Su mayor valor, sin duda, la originalidad. La obra ha tenido el apoyo de la Canada Council for the Arts.

Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pinzas de Metal, Tina Escaja


    Tina Escaja nació en Zamora y reside en  los EEUU donde ejerce como profesora de español en la Univesidad de Vermont. Es autora y editora de libros y artículos sobre poesía iberoamericana contemporánea. Gran parte de su material poético, narrativo e hipertextual puede encontrarse en su página personal.
     Su novela hipertextual Pinzas de metal (2003), diseñada en flash por Didier Delmas, presenta al lector un menú con personajes, lugares y objetos, organizado en una tabla de tres columnas. El lector debe utilizar una lupa para seleccionar en cada columna primero un personaje, después un lugar y finalmente un objeto. Cuando lo ha conseguido, surge un breve texto que se sobrepone sobre un rompecabezas colocado encima de la tabla. Al pulsar ese texto, se abre una columna a la izquierda donde aparece la narración de la historia, que obviamente es no lineal, al ser decidida por la combinación determinada por el lector.
    Como consecuencia de dificultades de programación en este flash relativamente antiguo, algunas combinaciones no funcionan. Por ejemplo, Vicky-Geo-Test no produce resultados. Sin embargo, Paloma-Nueva York-Pinzas, empieza con este texto:
     "Aunque parezca inapropiado para una muerte digna, Patricio Morello decidió morir en el interior de una de esas tiendas porno que atiborran las calles adyacentes de la Avenida de Broadway..."
   Tina Escaja utiliza en sus trabajos el pseudónimo "Alma Pérez", inspirado en el protagonista de Niebla de Unamuno (Augusto Pérez), que trata de convencer al escritor de que no le mate al final de la novela (" ¿conque he de morir ente de ficción?").
Entrada publicada por Juan José Díez

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lunes, 22 de noviembre de 2010

No importan las balas



     Never Mind The Bullets es un “comic interactivo” del Oeste creado por Microsoft y Steaw Web (firma de diseño web francesa) en conmemoración del lanzamiento de Internet Explorer 9 para demostrar las brillantes capacidades del HTML5 en ese navegador (y no en otros).
    La historia se desarrolla en Long Horn, un tranquilo pueblo alterado por una banda de forajidos que se llaman a sí mismos "Los turbantes rojos". Sin embargo, con la llegada del famoso Bill "One shot" Collins las cosas empiezan a cambiar...
    La página te permite leer/interactuar con el tebeo (haciendo cosas como abrir la puerta del Saloon con el ratón, tomar una copa, jugar al póker...) o crear tu propia historieta sobre un duelo para luego compartirla en Facebook o Twitter.
   Aquí su análisis técnico por un experto programador.
 Entrada publicada por Juan José Díez

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viernes, 19 de noviembre de 2010

Tocar los libros, sentir los e-books



 
 Me encanta el papel viejo… tócalo. ¿Puedes sentirlo? Se siente diferente. Huele diferente." (Robert Darnton, director de la Biblioteca de Harvard

     Se tiende a decir que el libro es analógico y el e-book digital, que el libro es físico y el e-book virtual, que el libro es un soporte rígido y el e-book flexible. A mí me gusta, por pura salud intelectual y espiritual –y animal, de ánima–, jugar y revertir de vez en cuando los términos, y es lo que me propongo en esta tarde de domingo.
   Al decir de Fernando Rodríguez de la Flor en su estupendo Biblioclasmo hay en esta era tardía de la imprenta una melancolía de la fisicidad del libro como soporte material de la lectura, por la cual el homo libri siente la ausencia del tacto y del olor específicos de la página impresa cuando se enfrenta a la lectura de la palabra electrónica en pantalla. Y es que, como recuerda el señor Piscitelli en un recientísimo artículo donde repasa a los sabios que en las últimas décadas nos han descubierto esa fisicidad, la materialidad del acto de lectura es parte de nuestra lectura. Como plantean desde la academia anglosajona, todo acto de lectura es un acto de embodiment, en el que cuerpo, mente y objeto interactúan para llevar a cabo la operación de lectura. Por ello no es cuestión baladí el cambio –que no ausencia total– ante el olor del e-book, o su tacto, o la diferente manera de pasar de página, es decir, de cambiar de pantalla. Dos hechos aparentemente inconexos del último año ponen de relieve estos aspectos. El primero es un libro reciente de Jesús Marchamalo, que ha vuelto a levantar esta nostalgia en el panorama bloguero español de los últimos meses: el libro se titula Tocar los libros, y obviamente no está disponible digitalmente; cuando lo esté la paradoja entre forma y contenido resultará en una hermosa oda virtual al soporte que le dio origen. El segundo es la aparición de iBooks, el programita de libros de Apple para la tableta iPad que embobeció con su publicidad y en las pruebas de sus tiendas por un hecho que poco tenía que ver con el contenido de los libros: la posibilidad de pasar las páginas con el dedo, en un alarde de diseño virtual. Si bien la compañía de la manzana no ha aportado aún grandes novedades en cuanto a nuevas técnicas editoriales se refiere –pero deja un sistema con el que otros ya programan sus posibilidades–, sí pensó a la hora de diseñar su programa de lectura que, si se trataba de clonar en formato epub la lectura al modo tradicional –aunque incluyendo algunas mejoras de búsqueda– habría que clonar no sólo la tipografía y la disposición en caja, sino también el acto aprendido y usado de casi veinte siglos –con el nacimiento del códice– de pasar una hoja. Quizás el inconsciente colectivo supo apreciar y agradecer este reencuentro con lo familiar, que se convierte en novedad -innecesaria, en principio– en un medio que pretende tecnológicamente desafiar lo tradicional. Pero con ello el iPad, conservador en este y otros aspectos– nos resulta entonces más cercano porque puede tocarse, y ese tocar permite pasar las páginas de un libro. Parece una broma, dirán algunos, para eso ya tenemos los libros. Pero no lo es. Lo digital se disfraza de analógico para desafiar nuestra desconfianza y recuperar algunas de nuestras costumbres afectivas y corporales de lectura. Leer en digital, analógicamente. Un paso atrás quizás para llevar al gran público, progresivamente, a otras innovaciones.
     La paradoja y el cruce de actitudes puede fundirse –sin confundirse– aún más. Si atendemos a los significados de digital, que converge con dígito, es decir, no sólo como número sino también como dedo –¿por eso de que contamos con los dedos?–, nos hallamos que tocar debería ser la actividad principal de nuestra lectura digital, como el mundo de aparatos tecnológicos nos invita a hacer sobre las nuevas pantallas, esas nuevas geografías dactilares. Por esta regla de tres, el libro también ha sido sumamente digital, puesto que tocar los libros se convierte en uno de los emblemas de esa nostalgia por el libro como objeto material de lectura. ¿Dónde queda lo analógico, entonces? Si me permiten convertir lo analógico en analogía, ésta se encuentra en ese puente que intentamos crear entre un soporte y otro, entre el libro y la pantalla, entre sus geografías espaciales y los recorridos que hacemos sobre ambos. Para desgracia de apocalípticos y de integrados, hay un espacio de contacto en el que ambos soportes dialogan, incluso en la forma aparatosamente mixta y extrañamente monstruosa de libroides, y en ese espacio intermedio la rigidez del libro como formato pide desvanecerse ante la blandura de sus cuadernillos impresos antes de encuadernarse, o la ensalzada flexibilidad del texto en e-book se pone fácilmente a prueba si dejamos caer o golpeamos un iPad. Esta ironía malintencionada y malversada sólo pretende mostrar que no todo es un absoluto para cada uno de los soportes, y la flexibilidad otorgada al texto electrónico en su capacidad de cambiar y reunirse con otros textos asociados, que la tiene, no deja de tener su origen en la rueda de los libros renacentista, en los manuales de lugares comunes barrocos o el ejercicio de un arte de la memoria que se reflejó durante siglos en la composición de mucha literatura a la que se buscaba la capacidad de accederse aleatoriamente, es decir, digitalmente, y cuyas técnicas, curiosamente, se basaban en la construcción de analogías. El estudio y reflexión sobre estos hechos debería abrir vías de transición y aprovechamiento de los nuevos soportes, así como consignar tareas específicas a los tradicionales.
    Tocar los e-books. Verlos. Olerlos (y alguien inventó primariamente ya una banda olorosa para incluir a nuestro libro electrónico). En el fondo, leerlos; es decir, soñarlos. Pero sólo logramos la inmersión mental en la historia gracias a los gestos precisos que la hallan. Ese es el reto para el nuevo soporte: la creación de una serie de hábitos útiles y significativos, funcionales, que nos permitan luego sentir nostalgia de nuestra tableta digital gracias al uso y la satisfacción que nos ha producido la experiencia de una lectura (distintamente flexible, digital, virtual).
    Pasar una página parece lo más prosaico de una lectura, ante el texto mismo de Tolstoi, por ejemplo: pero es tan significativo y necesario como para saber que sin ese acto no podemos recorrer dicha historia sobre un libro. Un gesto así se nos revela ahora como un gran reclamo de la lectura tradicional pero también, sin duda, como exigencia para un futuro posible de lecturas posibles que se bifurcan.



Y dejo un video para ir algo más allá: no sólo nos espera tocar los libros y actuar sobre ellos con el tacto, sino también con la mirada. Recientes tecnologías prometen poder activar algunas palabras (sus asociaciones mediante enlaces) con un sólo parpadeo, con un leve gesto de atención de nuestro iris. ¿Cabe mayor sensualidad para una lectura? ¿Quién no quisiera activar la descripción de Emma Bovary con un pestañeo de ojos, y seguir luego, al modo tradicional, acariciando en la lectura el texto de Flaubert?

Entrada publicada por Álvaro Llosa en El Hilo Digital

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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Copiar, cortar y pegar



Quiero agradecer a Jose Afonso Furtado la pista que me llevó a este libro.

     El próximo 15 de noviembre saldrá a la venta Tree of Codes, el último libro de Jonathan Safran Foer que es, en realidad, una lectura creativa de su libro favorito, Skeply Cynamonowe, de Bruno Schulz. Estos relatos se publicaron en inglés, en una colección que dirigía Philip Roth, bajo el título de The Street of Crocodiles. En castellano, el libro tuvo al menos dos títulos diferentes, según sus traductores lo vertieran del inglés o del francés. Así, la edición argentina, a cargo de Centro Editor de América latina, tiene por título La calle de los cocodrilos, mientras la que Seix Barral hizo en España en 1972 se titula, más cerca del original polaco, Las tiendas de color canela.
    No hay peligro de duplicar traducciones ni títulos a cada lado del Atlántico con la obra de Safran Foer, sencillamente porque un palimpsesto al que le falta lo suprimido es intraducible. O no. Pero si hubiera algún valiente entre los editores hispánicos que la encargara, su resultado haría evidente que toda traducción es una obra nueva de principio a fin, sin necesidad de discusiones teóricas. No es esta la única noción cuestionada por Tree of Codes, que como todos los buenos títulos revela el programa mismo de la obra y de su autor.
    Visual Editions cuenta, en su sitio, que el proyecto surgió de una serie de conversaciones con Safran Foer, en las cuales el escritor confesó su interés por experimentar con las técnicas de troquelado. Aunque al comienzo no tenía claro sobre qué original haría los cortes, terminó decidiéndose por ejercer la censura creativa sobre el libro de Schulz. Mientras él recortaba la historia, los editores ponían en marcha la producción, que no resultó fácil de llevar adelante. Prácticamente todas las imprentas rechazaron el trabajo, hasta que los belgas de Die Keure se entusiasmaron con la posibilidad de hacer un libro que exigía un troquel diferente para cada página.
     Los desplazamientos de la escritura en el espacio, el cuestionamiento del libro como formato, el uso del troquel para la incisión incisiva no son una novedad. Empezaron con el Dadá, siguieron con los futuristas, y Oulipo las usó como juego y, al mismo tiempo, como restricción creativa. El ejemplo más famoso es el poemario (interactivo diríamos hoy) de Raymond Quenau, Cent mille milliards de poèmes:


     Jonathan Safran Foer está lejos de formar parte de las vanguardias, que se acabaron con la Modernidad, y Tree of Codes aparece en un contexto de "muerte del libro". El título, nada inocente, se cuela en un momento en que muchos vendedores de pasta mecánica en forma de colecciones de bolsillo se llevan las manos a la cabeza y claman al cielo porque Internet amenaza el pilar de nuestra cultura, mientras un corifeo de gurús techno les hace el canto llano que anuncia la inminencia de esa muerte. Tree of Codes es una metáfora arquitectónica, muy posmoderna, de los códigos de la Red, y de los códigos que hacen a la Red, estampados y recortados sobre árboles muertos.
     Al recortar y no reponer el texto original de Bruno Schulz, Safran Foer hace referencia a lo que todo estudiante practica para su tesina (y muchos académicos realizan con sus papers) gracias a la Wikipedia y a otras herramientas menos santas. Cuestiona la noción de autoría concebida como originalidad adámica. Hace de la escritura (y también del texto) pura performatividad. Y las ventanas que el troquel deja abiertas a palabras que aparecerán varias páginas más adelante y obligan al lector a una lectura activa e iterativa, de permanentes elecciones entre ver, ignorar, incorporar, descartar para más adelante, borran de hecho las virtudes, tan elogiadas últimamente, de la lectura lineal "inmersiva". Por si esto fuera poco, Safran Foer ha ¿escrito? un libro cuyo único formato posible es el libro, aunque para ello le haya sido necesario descuartizarlo. 
Entrada publicada por Julieta Lionetti en Libros en la nube

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lunes, 15 de noviembre de 2010

Only revolutions, Mark Danielewsky


    Only Revolutions es una road novel del escritor Mark Z. Danielewski y fue publicada en septiembre de 2006 por Pantheon Books. La historia alterna dos monólogos diferentes: el de Sam y el de Hailey, unos adolescentes descarriados que deambulan  con sus coches por varios lugares de los Estados Unidos corriendo aventuras a veces reales, a veces imaginarias.
   La alternancia de esas dos perspectivas la consigue Danielewsky recurriendo a una original concepción de la maquetación de las páginas. Para empezar, ambas cubiertas pueden ser la portada del libro. La cubierta verde da paso a la historia según la cuenta Sam y la dorada a la de Hailey. Cada página contiene un texto dominante y a continuación otro texto invertido que corresponde a la historia que no se está leyendo. La primera página del monólogo de Hailey contiene las últimas líneas del monólogo de Sam invertidas. La última página de la historia de Sam es la primera de la de Hailey. Uno puede leer esta novela de la forma que quiera pero el editor sugiere alternar entre Sam y Hailey, leyendo 8 páginas de uno y luego 8 de otro, pues la narración se articula en minicapítulos de 8 páginas.
    En cuanto al estilo literario, se trata de una prosa a veces poética, a veces descarnada, que sirve eficazmente para trasladar el flujo de conciencia de los protagonistas. Toda ella parece un homenaje a Joyce, Beckett, Glas o Pynchon, un crisol que pretende fundir en una sola obra la mayoría de los recursos vanguardistas que los escritores modernos y postmodernos han incrustado en la literatura del siglo XX.
    Mientras Sam y Hailey corren por América con sus coches, también tiene lugar una carrera por los 200 años de historia de los Estados Unidos. Danielewsky consigue esto con lo que él llama un Cronomosaico. En cada página, en la columna izquierda, aparece una línea cronológica de algunos acontecimientos históricos desde 1863 hasta la muerte de Kennedy en 1963. Por ejemplo, en este último caso, unas breves declaraciones de Lee Harvey Ostwald, el asesino del presidente, dispuestas en esa columna lateral , sirven de contrapunto a la situación que describe el protagonista en el texto adyacente de la historia.
    Así pues, cada página contiene tres narrativas: la de Sam, la de Hailey y la del mosaico histórico. La particularidad estriba en que esas perspectivas se pueden mezclar o bien según un orden recomendado que facilite cierta continuidad de la historia o bien siguiendo una lectura aleatoria que nos sumerja en un (para unos desconcertante, para otros retador) desciframiento. Sobre un libro físico, la apoteosis de una lectura no lineal. Un libro-hipertexto, con bloques narrativos que el lector debe enlazar para intentar conseguir la coherencia narrativa y la emoción estética.
    Y aquí viene la perplejidad. ¿Por qué un texto que pide a gritos su plasmación hipertextual se publica (¡y comercializa!) en formato de libro códice?


     Parece que esta pregunta también ha debido hacer mella en el autor. Danielewsky ha diseñado una  página web en la que presenta extractos de la obra dotándola de todos los complementos posibles en el ciberespacio: locución de textos, animación flash, fondo musical, y lo más importante, una estructura hipertextual que permite elegir las trayectorias narrativas y contemplarlas en el orden determinado por el lector. Uno puede seleccionar las fotos que flotan en el iris de los ojos de Sam o en el de Hailey y el programa te muestra un audio con trozos del texto original acompañados de imágenes. Lo curioso es que él mismo ha dado con el formato ideal  (en este caso también brillante) para su narrativa aunque sólo nos ofrezca un vistoso aperitivo multimedia.

Entrada publicada por Juan José Díez




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viernes, 12 de noviembre de 2010

XX Congreso de Literatura Española Contemporánea


    Con el título Literatura e internet. Nuevos textos, nuevos lectores, entre los días 15 y 19 de noviembre se celebrará en la Universidad de Málaga el XX Congreso de Literatura Española Contemporánea.
   Esta nueva edición del congreso girará en torno a la incidencia que las nuevas tecnologías están teniendo no solo en la creación literaria, sino también en la recepción y la lectura de los textos. Se expondrán numerosas ponencias relativas a la literatura actual de nuestro país y, en particular, varias que tienen que ver con la literatura digital, como puede verse en el programa que se anuncia y que puede leerse aquí.
    Javier Celaya, de Dosdoce, abrirá el encuentro con la ponencia titulada Nuevas formas de leer: del ebook a la nube. El día 17, Francis Ballesteros (director de proyectos de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) hablará de esta Biblioteca como herramienta clave para el estudio y difusión de las letras hispánicas. Habrá ponencias como la de  Laura Borrás, Nuevos lectores, nuevos modos de lectura en la era digital  y comunicaciones de Oreto Doménech, Sandra Hurtado o David Muiño. Es de destacar la presencia de ciberescritores como Antonio Rodríguez de las Heras, Leonardo Valencia, Eugenio Tiselli y Doménico Chiappe. Las jornadas se celebrarán en el Salón de Actos María Zambrano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad malagueña.

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Más hacia la holosala digital


    Un nuevo paso hacia la holosala literaria. Un equipo de físicos de la Universidad de Arizona dirigidos por Nasser Peyghambarian, en colaboración con la empresa Nitto Denko Tech. Corp. ha desarrollado una nueva técnica de proyección de hologramas en 3D con una velocidad que empieza a vislumbrar la posibilidad de proyectar imágenes holográficas en tiempo real. Mientras que hasta ahora la reconstrucción del holograma requería mucho tiempo y el resultado era estático, el nuevo sistema permite generar dinámicamente imágenes que conforman un video en streaming. El secreto parece ser el material que su utiliza para proyectar la luz, un polímero fotorefractario. Aún es un primer paso porque las imágenes son pequeñas (unos 100 mm de longitud) y el refresco se produce cada dos segundos. Es necesaria una mejora de dos órdenes de magnitud para tener auténtico vídeo pero es un gran avance en comparación con los minutos que hasta ahora se precisaban. Tampoco es una auténtica recreación a 360º ya que las 16 cámaras que se requieren proyectan en un escenario de 120º.
    Aunque los periódicos han recogido la noticia (de manera exagerada) en referencia al cine (una película holográfica eliminaría las engorrosas gafas) y a ciertas escenas de Star Wars, en este blog nos interesamos por los avances holográficos como paso para una literatura inmersiva a largo plazo. Una literatura digital que ya no será preciso leer, sino que se vivirá desde dentro. Una realidad virtual total.
Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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lunes, 8 de noviembre de 2010

Preguntas (retóricas) sobre LiterNETura



      La relación entre la literatura electrónica y la literatura tradicional (tanto la de exigencia creativa como la comercial) es actualmente muy compleja.  A pesar del número creciente de obras y autores digitales y de la extensión y novedad de Internet , la literatura electrónica tiene dificultad para atraer la atención de los lectores, de los editores  y de los críticos. El público general, aunque sea usuario activo de la red, parece no interesarse por esta nueva forma narrativa que utiliza el hipertexto, los recursos multimedia y la interactividad, aún siendo éstos elementos que maneja familiarmente en sus experiencias cotidianas en la red. Los editores ahora están obsesionados con los ebooks que, aunque contengan la literatura de siempre, representan una amenaza para su mercancía a corto plazo a la que tienen que adaptarse urgentemente. Los críticos en general tampoco responden. ¿Por qué ocurre esto?
    ¿No será que muchas de las obras electrónicas han utilizado el hipertexto para ofrecer lecturas no lineales, laberínticas, ergódicas que, aunque pueden satisfacer la curiosidad de una minoría de escritores de orientación posmoderna o de críticos literarios deconstructivos, aturden y desorientan  al lector medio culto y no digamos al de puro entretenimiento?
     ¿Es la literatura electrónica realmente literatura o se trata de un nuevo género?
   ¿Hasta qué punto los géneros nacidos digitales heredan a la imprenta  o son  modalidades  híbridas (transmedia, crossmedia, multimedia, mash-ups, pastiches) de los géneros triunfantes en el siglo XX (fotografía, fonógrafo, radio, cine, televisión)?
  ¿Cómo las teorías y conceptos de la vanguardia posmoderna han determinado la poética de los nuevos medios?
   ¿Puede hablarse de literatura cuando la mayoría de las obras nacidas digitales han hecho de las palabras (LITER) un elemento residual, siendo sustituidas por la NET y sus imágenes, sonidos,  videos, animaciones, arte digital, diseño gráfico,etc.? En suma, ¿es ya la LiterNETura, LITERatura?
    



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viernes, 5 de noviembre de 2010

Pantallas futuras para ebooks y ordenadores


           

      El futuro del libro electrónico pasa, sin duda alguna, por el desarrollo de dos elementos básicos: la pantalla y la batería. Respecto a la primera, la empresa sueca TAT promociona un pequeño vídeo (que puede verse aquí) en el que se muestran algunos conceptos futuros de dispositivos de visualización, aún no conseguidos pero que deberán sin duda ser parte integrante de los futuros libros.
     Algunas de las características necesarias no aparecen en el vídeo. La más importante es la flexibilidad. En esta publicidad, aún las pantallas son rígidas. Muy manejables, pero rígidas. En mi opinión serán flexibles, enrollables y plegables. Y la otra función imprescindible es que permita una lectura no fatigosa bajo cualquier iluminación (este anuncio de Kindle contra Ipad es muy ilustrativo al respecto).

          

     Pero en este vídeo aparecen características interesantísimas. Por ejemplo, la extensibilidad de la pantalla. De un tamaño inicial del orden de un teléfono móvil podría pasarse a una tamaño de ordenador con sólo estirarla como si de un chicle se tratara. Esto, ciertamente, está lejos de hacerse realidad pero es una idea excelente. Llevado al extremo haría innecesaria incluso la flexibilidad de la que hablaba antes si, por ejemplo, toda la pantalla pudiera colapsarse en un fino hilo.
  
     Otra característica será el que pueda manejarse táctilmente pero sin que esto excluya (como ocurre en algunos dispositivos de hoy) el uso de un teclado, ya que escribir rápido sobre pantalla es engorroso. Al menos hasta cuando el escribir quede obsoleto y la entrada de datos sea verbal lo cual es el auténtico futuro.


    Asimismo, aparece el concepto de que cualquier superficie pueda ser la pantalla mediante proyección holográfica, una idea que aparecía también aquí y aquí. Igualmente, el de pantalla translúcida que permite observar no sólo la información proyectada sino el escenario detrás de ella, similarmente a cómo ya son las pantallas frontales de los aviones de combate.

    Por último un interesante concepto de transmisión de ficheros entre dispositivos. Simplemente se ponen ambos juntos y con el dedo se lanza el fichero de uno a otro.

     En fin, que los libros electrónicos actuales y los ordenadores actuales tienen un largo camino de desarrollo por delante. Cuando antes comencemos a recorrerlo, mejor.
     Para más información sobre tecnologías avanzadas actuales de pantallas puede leerse este post.

Entrada publicada por Félix Remírez en Biblumliteraria

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